Cuenta la historia que por una carretera caminaban un hombre, dos mujeres y un perro muy sedientos. A lo lejos vieron un portal magnífico de mármol que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro, y en el centro había una fuente de agua cristalina. El hombre y las dos mujeres, siempre junto al perro, se acercaron al guardia y le preguntaron como se llamaba el lugar.
Esto es el cielo fue la respuesta. Ustedes pueden entrar y beber cuanta agua quieran, pero aquí no se permite la entrada a los animales.
El hombre y las dos mujeres se llevaron un gran disgusto puesto que tenían mucha sed, pero no pensaban dejar afuera al perro.
Después de un buen rato, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta chiquita que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.
Saludaron al guardia y preguntaron si podían beber el agua de la fuente, incluido el perro, a lo que el guardia respondió: “Si, pueden tomar cuanta agua quieran…”.
El hombre, las dos mujeres y el perro se acercaron a la fuente y calmaron su sed. Luego, al regresar para dar las gracias, preguntaron como se llamaba el lugar.
Cielo, fue la respuesta. Pero el guardia del portal de mármol dijo que eso era el cielo.
-Aquello no es el cielo, es el infierno.
-Deberían prohibir que usen nuestro nombre. Esa información falsa puede provocar confusiones!!!
-De ninguna manera, dijo el guardia. En realidad nos hacen un favor, porque allá se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos…
A Juancito, Mica y Tita que están “Lejos de abandonar..”
Esto es el cielo fue la respuesta. Ustedes pueden entrar y beber cuanta agua quieran, pero aquí no se permite la entrada a los animales.
El hombre y las dos mujeres se llevaron un gran disgusto puesto que tenían mucha sed, pero no pensaban dejar afuera al perro.
Después de un buen rato, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta chiquita que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.
Saludaron al guardia y preguntaron si podían beber el agua de la fuente, incluido el perro, a lo que el guardia respondió: “Si, pueden tomar cuanta agua quieran…”.
El hombre, las dos mujeres y el perro se acercaron a la fuente y calmaron su sed. Luego, al regresar para dar las gracias, preguntaron como se llamaba el lugar.
Cielo, fue la respuesta. Pero el guardia del portal de mármol dijo que eso era el cielo.
-Aquello no es el cielo, es el infierno.
-Deberían prohibir que usen nuestro nombre. Esa información falsa puede provocar confusiones!!!
-De ninguna manera, dijo el guardia. En realidad nos hacen un favor, porque allá se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos…
A Juancito, Mica y Tita que están “Lejos de abandonar..”
Había una vez... un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores.
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre esta la furia), se baño rápidamente y mas rápidamente aun, salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia. Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre esta la furia), se baño rápidamente y mas rápidamente aun, salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia. Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.
* Por Jorge Bucay
En las últimas semanas, se realizó un estudio en Europa que determinó que nueve de las diez mejores playas nudistas del mundo se encuentran en ese continente, mientras que la restante, se ubica en los Estados Unidos.
Argentina, por su parte y hasta el momento, cuenta con una sola, “Playa Franca” de la conocida Moria Casan.
Si bien no es nada sencillo asistir a ese tipo de playas, existen varios argentinos que protestan por la escasez de tales playas. Seguramente esta gente tiene grandes atributos y la “idea” muy firme. Pero también están aquellos que desean pasar un día bajo el sol como Dios los trajo al mundo pero la vergüenza gana por goleada. Vaya a saber uno por qué. Pero yo les digo que se queden tranquilos porque dentro de cuatro años, toda la costa atlántica y cuanta playa se encuentre a lo largo y a lo ancho del país, pasará a ser nudista. Por qué se preguntará? Porque con cuatro años de gobierno de Néstor y cuatro años más que quedan por delante con Cristina, los argentinos vamos a quedar todos en pelotas.
Argentina, por su parte y hasta el momento, cuenta con una sola, “Playa Franca” de la conocida Moria Casan.
Si bien no es nada sencillo asistir a ese tipo de playas, existen varios argentinos que protestan por la escasez de tales playas. Seguramente esta gente tiene grandes atributos y la “idea” muy firme. Pero también están aquellos que desean pasar un día bajo el sol como Dios los trajo al mundo pero la vergüenza gana por goleada. Vaya a saber uno por qué. Pero yo les digo que se queden tranquilos porque dentro de cuatro años, toda la costa atlántica y cuanta playa se encuentre a lo largo y a lo ancho del país, pasará a ser nudista. Por qué se preguntará? Porque con cuatro años de gobierno de Néstor y cuatro años más que quedan por delante con Cristina, los argentinos vamos a quedar todos en pelotas.
Cualquier semejanza con la realidad, es pura coincidencia!!!
Mesa larga para 20 personas. Señal de festejo. Toda una familia completa se prestaba para recibir la llegada de un nuevo año. No faltaba nadie. Oscar los miraba desde lejos, sólo en su casa precaria. Su única compañía eran un pan dulce a medio terminar y una caja de vino tinto.
A pocos minutos para las doce, Oscar se dirigió a la casa del vecino y preguntó: “¿Le puede pedir un favor Ramón? La respuesta no tardó en llegar. “Ahora no puedo, estoy ocupado”. Oscar regresó a su casa.
Cuando el reloj anunció la llegada del nuevo año y mientras los vecinos brindaban y se abrazaban bajo su atenta mirada, Oscar levantó su vaso de vino, miro el cielo con los ojos brillosos y dijo con su voz un tanto ronca: “Yo brindo porque llegue el día en que me perdonen…”.
Nosotros en familia –o creyendo estar en familia-, levantamos nuestras copas y brindamos.
Una vez más Oscar volvió a insistir. Se acercó a la mesa. Lo miraron con desprecio. “Sigo ocupado. Estoy festejando el año nuevo con mis hijos y mis nietos. Mañana tenemos todo el día para hablar”. “Pero es un minuto nada más”. “Pero nada, ya le dije que se vaya de una buena vez…”.
Oscar agachó la cabeza y dio marcha atrás. Se lo vio llorar, cosa que nunca hizo o quizás nunca se dejó ver.
El pan dulce se había terminado. Iba por el segundo vino cuando volvió a intentarlo.
“Como rompe las pelotas. Con usted viniendo a cada rato, empecé el año para el culo” gritó Ramón. “Perdón, pero no es mi intención molestar. Sólo quiero pedirle un favor que a usted no le va a costar nada y a mi me puede cambiar los últimos años de mi vida”.
Ya cansado de escucharlo, Ramón accedió al pedido de Oscar. “Espero que sea importante lo que tiene para decirme. Hágalo rápido que tengo que seguir festejando…”.Quebrado en llanto, Oscar dijo: “¿No le avisa a mi familia que estoy acá…?
Mesa larga para 20 personas. Señal de festejo. Toda una familia completa se prestaba para recibir la llegada de un nuevo año. No faltaba nadie. Oscar los miraba desde lejos, sólo en su casa precaria. Su única compañía eran un pan dulce a medio terminar y una caja de vino tinto.
A pocos minutos para las doce, Oscar se dirigió a la casa del vecino y preguntó: “¿Le puede pedir un favor Ramón? La respuesta no tardó en llegar. “Ahora no puedo, estoy ocupado”. Oscar regresó a su casa.
Cuando el reloj anunció la llegada del nuevo año y mientras los vecinos brindaban y se abrazaban bajo su atenta mirada, Oscar levantó su vaso de vino, miro el cielo con los ojos brillosos y dijo con su voz un tanto ronca: “Yo brindo porque llegue el día en que me perdonen…”.
Nosotros en familia –o creyendo estar en familia-, levantamos nuestras copas y brindamos.
Una vez más Oscar volvió a insistir. Se acercó a la mesa. Lo miraron con desprecio. “Sigo ocupado. Estoy festejando el año nuevo con mis hijos y mis nietos. Mañana tenemos todo el día para hablar”. “Pero es un minuto nada más”. “Pero nada, ya le dije que se vaya de una buena vez…”.
Oscar agachó la cabeza y dio marcha atrás. Se lo vio llorar, cosa que nunca hizo o quizás nunca se dejó ver.
El pan dulce se había terminado. Iba por el segundo vino cuando volvió a intentarlo.
“Como rompe las pelotas. Con usted viniendo a cada rato, empecé el año para el culo” gritó Ramón. “Perdón, pero no es mi intención molestar. Sólo quiero pedirle un favor que a usted no le va a costar nada y a mi me puede cambiar los últimos años de mi vida”.
Ya cansado de escucharlo, Ramón accedió al pedido de Oscar. “Espero que sea importante lo que tiene para decirme. Hágalo rápido que tengo que seguir festejando…”.Quebrado en llanto, Oscar dijo: “¿No le avisa a mi familia que estoy acá…?
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