Cualquier semejanza con la realidad, es pura coincidencia!!!
Mesa larga para 20 personas. Señal de festejo. Toda una familia completa se prestaba para recibir la llegada de un nuevo año. No faltaba nadie. Oscar los miraba desde lejos, sólo en su casa precaria. Su única compañía eran un pan dulce a medio terminar y una caja de vino tinto.
A pocos minutos para las doce, Oscar se dirigió a la casa del vecino y preguntó: “¿Le puede pedir un favor Ramón? La respuesta no tardó en llegar. “Ahora no puedo, estoy ocupado”. Oscar regresó a su casa.
Cuando el reloj anunció la llegada del nuevo año y mientras los vecinos brindaban y se abrazaban bajo su atenta mirada, Oscar levantó su vaso de vino, miro el cielo con los ojos brillosos y dijo con su voz un tanto ronca: “Yo brindo porque llegue el día en que me perdonen…”.
Nosotros en familia –o creyendo estar en familia-, levantamos nuestras copas y brindamos.
Una vez más Oscar volvió a insistir. Se acercó a la mesa. Lo miraron con desprecio. “Sigo ocupado. Estoy festejando el año nuevo con mis hijos y mis nietos. Mañana tenemos todo el día para hablar”. “Pero es un minuto nada más”. “Pero nada, ya le dije que se vaya de una buena vez…”.
Oscar agachó la cabeza y dio marcha atrás. Se lo vio llorar, cosa que nunca hizo o quizás nunca se dejó ver.
El pan dulce se había terminado. Iba por el segundo vino cuando volvió a intentarlo.
“Como rompe las pelotas. Con usted viniendo a cada rato, empecé el año para el culo” gritó Ramón. “Perdón, pero no es mi intención molestar. Sólo quiero pedirle un favor que a usted no le va a costar nada y a mi me puede cambiar los últimos años de mi vida”.
Ya cansado de escucharlo, Ramón accedió al pedido de Oscar. “Espero que sea importante lo que tiene para decirme. Hágalo rápido que tengo que seguir festejando…”.Quebrado en llanto, Oscar dijo: “¿No le avisa a mi familia que estoy acá…?
Mesa larga para 20 personas. Señal de festejo. Toda una familia completa se prestaba para recibir la llegada de un nuevo año. No faltaba nadie. Oscar los miraba desde lejos, sólo en su casa precaria. Su única compañía eran un pan dulce a medio terminar y una caja de vino tinto.
A pocos minutos para las doce, Oscar se dirigió a la casa del vecino y preguntó: “¿Le puede pedir un favor Ramón? La respuesta no tardó en llegar. “Ahora no puedo, estoy ocupado”. Oscar regresó a su casa.
Cuando el reloj anunció la llegada del nuevo año y mientras los vecinos brindaban y se abrazaban bajo su atenta mirada, Oscar levantó su vaso de vino, miro el cielo con los ojos brillosos y dijo con su voz un tanto ronca: “Yo brindo porque llegue el día en que me perdonen…”.
Nosotros en familia –o creyendo estar en familia-, levantamos nuestras copas y brindamos.
Una vez más Oscar volvió a insistir. Se acercó a la mesa. Lo miraron con desprecio. “Sigo ocupado. Estoy festejando el año nuevo con mis hijos y mis nietos. Mañana tenemos todo el día para hablar”. “Pero es un minuto nada más”. “Pero nada, ya le dije que se vaya de una buena vez…”.
Oscar agachó la cabeza y dio marcha atrás. Se lo vio llorar, cosa que nunca hizo o quizás nunca se dejó ver.
El pan dulce se había terminado. Iba por el segundo vino cuando volvió a intentarlo.
“Como rompe las pelotas. Con usted viniendo a cada rato, empecé el año para el culo” gritó Ramón. “Perdón, pero no es mi intención molestar. Sólo quiero pedirle un favor que a usted no le va a costar nada y a mi me puede cambiar los últimos años de mi vida”.
Ya cansado de escucharlo, Ramón accedió al pedido de Oscar. “Espero que sea importante lo que tiene para decirme. Hágalo rápido que tengo que seguir festejando…”.Quebrado en llanto, Oscar dijo: “¿No le avisa a mi familia que estoy acá…?
4 Comments:
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Mi Borracho preferido!!!
ajajajjaajjajajjajajajajaja
tenemos que hablar eh!!!!!!